¿Qué entendemos por empresa familiar?
Pablo Dominguez
El mundo de la empresa familiar, donde la continuidad a través del tiempo constituye un aspecto fundamental, está ya en plena era de la información y los avances tecnológicos, que acortan distancias, eliminan fronteras y acercan a las personas.
Así, quienes llevan adelante negocios familiares, desde los pequeños a los más grandes, van descubriendo que los alcances, intereses, preocupaciones y expectativas de sus integrantes, son bastante similares a los de otros países y continentes.
Empresa familiar: buscando una definición
Me pareció pertinente inaugurar este blog planteándonos, como punto de partida, una interrogante que considero fundamental… ¿qué entendemos por empresa familiar?
Si bien el objetivo de toda empresa es hacer negocios; en las familias no dejamos de ser hermanos, hijos, padres, tíos o sobrinos por el hecho de dirigir y trabajar en la misma empresa.
Ahora, si nos detenemos en la relevancia de la empresa familiar en la economía del país, tenemos que, según la Cámara de Comercio de Lima, a agosto del año 2010 existían unas 659 mil empresas formales en Perú, de las cuales más de 500 mil son familiares, desde bodegas hasta negocios con operaciones a nivel nacional e internacional. Este estudio revela también que las empresas familiares generan alrededor del 65% del empleo y el 40% de la producción interna en el país. Sin embargo, pese a las cifras, existe una baja tasa de supervivencia en dichas empresas, ya que sólo el 30% alcanza la segunda generación y un 15% la tercera.
Al analizar la destacada participación de las empresas familiares en el desarrollo económico y lo importante que resulta por ello garantizar su continuidad, cabe preguntarnos ¿a qué nos referimos cuando hablamos de una empresa familiar?
Elegí una definición, más completa a mi parecer: “es aquella en la que la familia posee una participación accionarial suficiente para ejercer el control y/o tiene representación suficiente en los órganos de gobierno como para influir en la gestión del día a día. Además la familia debe haber dado pruebas explícitas de que piensa traspasar la propiedad y los derechos que la ley asocia, así como los valores empresariales, a la siguiente generación”.
Algo similar afirma Miguel Ángel Gallo, profesor del IESE Business School, al definir la empresa familiar como aquella en la que “una o dos familias poseen más del 50 % de la propiedad de la empresa, existen miembros de la familia ocupando cargos directivos y/o ejecutivos en la empresa y los miembros de la familia consideran que esa empresa va a ser transferida a las siguientes generaciones”.
De lo citado líneas arriba, podemos distinguir que al interior de toda empresa familiar interactúan dos sistemas: familiar y empresarial. Ambos tienen diferentes objetivos y, si uno predomina sobre el otro, se genera un desbalance al interior de la empresa. Si predomina el sistema empresarial, la comunicación familiar, la lealtad y la emotividad familiar pueden verse afectadas. Si predomina el sistema familiar pueden deteriorarse las comunicaciones en la empresa, el logro de los resultados y la toma de decisiones. Una lógica que puede parecer obvia pero que en la práctica es muy difícil de equilibrar.
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